Karen Abudinen
Ser campesino una labor de tradición

Eduardo es un hombre de 34 años de edad, representante del sector agrícola del departamento de Boyacá, dedicado al campo y enamorado de su territorio, le pedí que nos escribiera un par de líneas de algo que nos quiera compartir. Él sabe que los campesinos son grandes protagonistas en nuestro país, quiero contarles su breve relato, para que conozcan el sentir de nuestros campesinos…

Nacimos en una tierra campesina, donde el trigo, la papa, la cebolla y la leche fueron nuestros alimentos ¡Crecimos! y mientras caminábamos en callejuelas, cultivos y potreros, nuestra vida fue cambiando, nuestro campo se fue acabando.

Mi vida continuó entre el campo y la ciudad, luego llegaron mis dos hijos: niños alegres, inteligentes y muy suspicaces, que siempre preguntan por mi historia. Pues últimamente se han interesado por saber cómo vivíamos sin tecnología, en medio del campo y en donde los aparatos tecnológicos no tenían mayor relevancia.

Nos despertábamos con el canto del gallo y al mugir de la vaca, las tareas eran pesadas, pero trabajábamos para nosotros, proveíamos el alimento a muchas personas, nuestro teléfono era un grito de potrero a potrero y de esa forma nos entendíamos. Nuestra comida la cosechábamos en la tierrita, la leche la tomábamos fresca, recién ordeñada de la vaca, pastoreábamos, dábamos de comer a nuestros animales y de esa forma vivíamos felices.

Es que ahora contarles esta historia a mis hijos es contarles un cuento increíble, hablarles de mi niñez, mi pueblo, la construcción de mi antigua casa, los juegos tradicionales, los juguetes que nosotros mismos hacíamos, mejor dicho, la vida de un campesino, con ruana y sombrero, título que llevo con orgullo y dedicación, esa es mi profesión, mi día a día, pero ¿Saben? Ya todas las respuestas que doy a mis hijos, son sólo recuerdos de Colombia y mi antigua Boyacá. Hoy todos conocen el celular, la tablet, el computador, los buses, el trancón, etc. Ya sólo conocen una vida sin campo, una vida donde el agricultor, la tierra, el azadón y la manila pasaron a ser historia sin valor ni importancia.

Hoy tenemos en nuestras manos la oportunidad de recuperar la tradición, volver al pasado y enseñarles a las nuevas generaciones las bondades del campo, de esta Boyacá que ofrece tanto y validar nuestra historia, donde agricultores, campesinos, emprendedores y todos nosotros los boyacenses, podamos trabajar y pensar en que esa pequeña taza de leche con agua panela, una papa y un gajo de cebolla lleguen a otras partes del mundo, alimenten y enaltezcan nuestra cultura campesina.”

Eduardo García

Campesino de Aquitania, Boyacá

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