Una de las cosas que más me llena el corazón de alegría es servirle a la gente. Desde pequeña me enseñaron que era más emocionante dar que recibir y así lo sentí en Cali, pues no hay nada más satisfactorio que ver cómo nuestras acciones desde el Gobierno pueden llenar de alegría la vida de un niño o darle esperanza a una familia.
Nunca olvidaré la cara de sorpresa de Luis Ángel, uno de los niños que sueña con hacer música en Cali. Uno de sus más grandes anhelos era recibir una organeta para aprender a tocar en las clases musicales en las que sus papás lo inscribieron, cuando por fin lo tuvo en sus manos la alegría nos invadió a todos. Por niños como Luis, trabajamos para seguir construyendo un país donde se vale soñar en grande.
Melba es una de esas abuelas que representan el amor incondicional. Su nieta, Allison, sufre de parálisis cerebral y aunque Melba hace todo para que esté bien, necesita apoyo para poder darle la calidad de vida que merece. Por eso, cuando pudo tener en sus manos una silla especial que le dimos para la pequeña Allison, quedó sin palabras, y de paso, nos dejó con un nudo en la garganta por ver en sus ojos el profundo agradecimiento. Por familias como la de Melba y Allison, seguimos construyendo un país más equitativo y solidario.
Estas dos escenas quedaron en mi corazón y en mi mente. Luis demuestra que a quien sueña en grande le pasan cosas grandes, mientras Melba es un ejemplo de que cuando hacemos las cosas con amor, todos los sacrificios valen la pena.