He venido hablando desde mi llegada al ICBF de la gran importancia del cuidado y la protección en las familias colombianas. La mejor forma de demostrar el amor es velando responsablemente por el bienestar de nuestros seres queridos, y claro, en especial de nuestros niños, niñas y adolescentes.
La Navidad, el fin de año y las vacaciones de enero son épocas de alegría y luz para compartir en familia. Y por eso es muy triste que en este tiempo maravilloso muchos niños tengan que estar en el pabellón de quemados de un hospital por la decisión irresponsable de sus padres de permitirles quemar pólvora.
No permitamos que la sonrisa de nuestros niños sea borrada por la pólvora. Eso es un crimen y es un pecado. Los padres y adultos somos responsables de la seguridad de nuestros niños.
Lo he dicho en varias oportunidades y no me cansaré de repetirlo: entregarles pólvora a los niños es como entregarles un arma cargada. ¿Alguien quiere su niño manipule un arma cargada?
Estoy segura de que, en la mayoría de casos, los padres no tienen intención de hacerles daño a sus hijos. Sin embargo, el hecho de conseguirles pólvora y permitirles que la quemen termina haciendo de esos progenitores eventuales autores de delitos como lesiones personales y, por qué no, homicidio culposo o accidental, en el peor de los casos.
Que sea este espacio un nuevo llamado a los padres de familia colombianos para que cambiemos esa cultura infortunada que dicta erróneamente que en diciembre no se puede celebrar si no es con pólvora. Evitémonos líos con las autoridades judiciales y, sobre todo, no carguemos de por vida con ese remordimiento de ver a nuestros niños con mutilaciones y dolorosas cicatrices. Está probado que en la mayoría de casos las secuelas físicas y psicológicas de niños afectados por la pólvora son prácticamente insuperables. Es decir, estarán con ellos durante todas sus vidas.
Hace ya muchos años los colombianos dejamos atrás la tradición de hacer los pesebres con musgo. Todo el mundo tomó consciencia de que esa práctica estaba acabando con la naturaleza. Si eso lo pudimos superar, ¿entonces vamos a seguir viendo niños llorando en las clínicas porque la compra de pólvora? Desde luego que no. Eso tiene que quedar atrás y entre todos lo vamos a conseguir.
La pólvora solo debe ser usada por manos expertas, esa es la conclusión a la que hemos llegado como sociedad en los últimos años, basados en sucesos trágicos y dolorosos que han afectado principalmente a nuestras niñas, niños y adolescentes. Por eso, para el ICBF es prioridad total evitar más desgracias de este tipo: y para eso, para cuidar y proteger a nuestra infancia, estamos impulsando un cambio cultural al tiempo que estamos apelando a la “mano dura”.
Haremos lo que sea necesario para salvar la vida y la integridad de niños, niñas y adolescentes frente al peligro inminente que significa poner pólvora en sus manos. Contamos con todas las familias del país para ello. Pero también con las autoridades policiales y el sistema legal. En ICBF, no ahorraremos esfuerzos para cuidar y proteger a nuestro mayor tesoro, las nuevas generaciones que son el alma de nuestra sociedad colombiana.