Karen Abudinen
El parasol de la educación Barranquillera

Si alguno de ustedes me preguntara cómo imagino el presente de la educación pública en Barranquilla, le diría que es un inmenso parasol que a medida que crece como una palmera y se expande como las ramas del ébano, entrega más sombra a los cerca de 180 mil de nuestros niños y jóvenes que hoy se preparan en las 151 instituciones públicas de la ciudad.

De hecho, una educación pública con calidad para todos es uno de los ideales más valiosos que hay en el corazón de nosotros los barranquilleros, y la meta a conseguir para cada uno de los funcionarios de la Secretaría de Educación que me acompañan en esta titánica misión encomendada por el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, hace ya siete meses.

Desde entonces, hemos comenzado a extender cada vez más el parasol de la educación barranquillera, para que su sombra llegue y refresque de amor y conocimiento en los rincones más alejados de Barranquilla.

Para ello hemos ejecutado varios censos que nos han permitido detectar el verdadero alcance que teníamos en sectores como Villas de San Pablo, Gardenias, Villas de la Cordialidad, La Playa, Olivos y Pradera, entre otros, donde hemos podido llegar a 1.415 niños, jóvenes y hasta adultos que se encontraban por fuera del sistema educativo distrital.

Además, nos hemos apoyado en la información obtenida por los caminantes que trabajan en las distintas brigadas que hace la Secretaría de Salud en todas las localidades de Barranquilla, para localizar a los menores de edad que se encontraban sin posibilidades de ir al colegio, expuestos a caer en el engañoso mundo de la delincuencia y la drogadicción.

Como sabemos, para los delincuentes no es difícil someter a un niño a las exigencias y necesidades de la droga, más aún cuando papá y mamá ya no están vivos para orientarlo y solo queda la voz del maestro como única guía.

Esta importante misión de la escuela la pude constatar en los profes del EID Santo Domingo de Guzmán, quienes en los últimos años han combinado la labor de docentes con la de padres y madres en el caso de un niño huérfano de sexto grado.

Ha sido el cariño y el amor tan especial de nuestros profesores y directivos, así como la disciplina y exigencia impartidas en clase, lo que ha permitido a este pelao poder continuar estudiando y convertirse en un caso de éxito que vale la pena destacar.

Una maestra me confesó que el niño sentía que la escuela era su casa, donde encontraba el apoyo y el amor de todos los profesores, y la solidaridad de sus compañeritos; y por ese camino debemos continuar.

Tengamos presente que en Barranquilla la cobertura en educación no puede enfocarse únicamente en transmitir conocimiento, sino que debe ir más allá, donde los sueños de una ciudad más humana, solidaria, amena, amable y cordial, son la esencia que supera cualquier obstáculo, por más difícil que este sea.

Me refiero, queridos lectores, a expandir el parasol de la calidad educativa con amor, empatía, servilismo y solidaridad, donde la familia de cada IED se convierta en esa voz que habla a nuestros niños y jóvenes.

 ¡Juntos lo conseguiremos!

 

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